Noche de paz

Las cenas y reuniones en familia de muchos jóvenes cada vez se vuelven más intolerables y extenuantes. Y no es porque los jóvenes nos volvamos más amargados, sino más bien porque nos volvemos más conscientes. Por lo general, una familia que contiene abuelos y tíos (mayores) es sinónimo de “grupo de gente conservadora y cerrada de mente cuyo propósito es fastidiarte”. Y, pues, con la cultura incorporada de las nuevas generaciones hoy en día, es lógico que surjan discusiones por todo.

Mis Navidades en particular son una noche llena de alegría y unión… para mi familia. Para mí son el claro ejemplo de dónde y cómo NO me gustaría pasar un 24 de diciembre. El año pasado lo pasamos en lo de mi tía abuela (como siempre, desde que tengo memoria) y parecía que el objetivo de cada pariente allí presente era fastidiarme la existencia. Para empezar, se supone que si invitás a comer a un familiar que se sabe muy bien que es vegetariano mínimamente preparás un plato sin carne personal, o bien, uno que se pueda compartir. En vez de eso, uno tiene que decir que no la reiteradas veces que le ofrecen asado en la mesa. Ese día también mi abuela se enteró de que las ensaladas no cuentan como un plato vegetariano. 

Un personaje infaltable es el abuelo que se quedó estancado en 1810 y piensa que toda idea actual es absurda. “Yo no sé cómo los dejan caminar por la calle así. En mi época los veíamos haciendo eso y los cagábamos a trompadas. Mirá si hay que ser maricón, eh...”. Mirá si hay que ser tan violento, eh. Quejarse e insultar es casi un deporte para ellos. Y si les intentás decir algo salen con el absurdo argumento de “Soy mayor, no me podés contestar” o “No me faltes el respeto. Vos sos chico y no sabés nada”. Juro por lo que sea que haya en el más allá que no hay persona más detestable que esta. 


Sin embargo, el abuelo no viene sólo. A este personaje se le complementa el típico tío conservador que cree que se las sabe todas. Es ese que hace chistes machistas en la mesa, te pregunta frente a todos si ya tenés novia, y el que cree que la culpa la tienen “esos negros de mierda”, lo cual me preocupa porque parece que no se dio cuenta que sus genes no son muy europeos que digamos. Este señor siempre te va a discutir de fútbol o política y va a culpar de todo lo malo a la oposición. Ya sea que estén viendo “Bailando por un sueño”, siempre va a sacar tema sobre algo políticamente polémico y, por supuesto, siempre va a creer que tiene la razón. ¡Y ojo con decir algo que no le gusta porque le salta la térmica! También podemos encontrar su variante cuando está borracho, que es básicamente todo lo anterior pero potenciado y sin censura. 


Por otro lado, las mujeres (aunque posean varias de las ideas anticuadas anteriormente mencionadas) son más educadas, tranquilas y calladas. Demasiado calladas, diría yo, con respecto a lo que les molesta. Porque claramente hay actitudes de sus maridos con las que no están totalmente de acuerdo. Sin embargo, prefieren guardárselas. Una vez le pregunté a mi tía por qué toleraba ciertos comportamientos y comentarios molestos por parte de su familia, y puedo decir que casi entra en pánico al no saber responderme. Otras te responden frases como “Y bueno, no se puede hacer nada” o “Siempre fue así”, o ponen la excusa de que lo hacen para no molestar y complacer a la familia. Sinceramente no lo entiendo, ellas son la familia.


Así como los hombres no permiten un pensamiento contrario a ellos, las mujeres detestan que hables de ciertos temas que para ellas son incómodos o tabú. Lo que resulta en que toda tu familia intente censurarte dejando de lado tu comodidad y bienestar, permitiendo que lo único bueno de la noche sea el turrón de la mesa dulce que comés después de las doce, mientras el resto de los nenes abren sus juguetes para luego poder salir a tirar cohetes. Yo en cambio, cuento las horas para poder irme o busco una excusa lo suficientemente válida para ir a la casa de mis amigos sin que se note mucho mi ausencia. Aunque, seamos honestos, nadie lo notaría. 


La Navidad se debería poder pasar con aquellas personas que consideres tu familia, más allá de los lazos de sangre. Sinceramente creo que nos ahorarríamos muchos inconvenientes y discusiones. De esta forma sí que podría ser una feliz Navidad para todo el mundo, y no sólo para Arcor que gana millones vendiendo turrón. Hay que normalizar pasar las fiestas con quien uno quiera y se sienta cómodo. 

Por eso mismo nunca más pongo un pie en la casa de mi tía abuela.


Autor: Juanma Barreto

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