Los ojos y la vida (finalista del Premio Itaú del cuento digital 2020")

 ‘La verdadera pregunta no es si hay vida después de la muerte. 

La verdadera pregunta es si estás vivo antes de la muerte’ 

Osho 


Su mirada era el caos y la paz. Caminaba hipnotizando la ventana del alma. Yo no dejaba de pensar en sus ojos, ese color misterio que pedían a gritos piedad. 

Recuerdo que la acompañé hasta su casa un viernes por la tarde, después de la universidad. Sus ojos mostraban tristeza, ese brillo que usualmente tenían ya no se percibía. Esos hermosos ojos color misterio. 

No supe nada de ella por días. Debo admitir que su ausencia descompaginó mi rutina diaria, se volvió monótona, sin esas risas y sin esas charlas de la vida. Pero Creta era así. Era libre de su propia vida, lo cual hacía su personalidad auténtica. Podía destruirte con una sola palabra pero abrazarte y hacerte sentir en las nubes. Un día se trepa del árbol de la avenida Gleps, pero al otro desaparece, aparece y vuelve a desaparecer. Su pequeña cabecita naranja era un mundo cuál carozo de un pequeño durazno. Al fin y al cabo, tal vez necesitaba algo de ayuda. 

Ese 27 de Noviembre, junto con diez capas de ropa, Creta acudió a mi para primeros auxilios. Le faltaba el aire y caminaba con dificultad. Ser vecinos en ese entonces era un privilegio. Me sudaban las manos y solo podía mirarla a los ojos. Esos hermosos ojos color misterio. 

No quiso quedarse en el hospital como los profesionales aconsejaron. "La vida es solo una como para pasarla en una camilla" aún se le dificultaba respirar pero sonreía. El siguiente 28 de Noviembre, yo estaba buscando mis llaves en la puerta de mi departamento ("depa", como solía decirle). Creta apareció a mis espaldas luciendo el cabello fucsia que se podía ver a kilómetros de distancia. 

"La vida es una como para tener el cabello negro y aburrido como tú" fue la famosa frase de ese día. La invité a pasar y cenamos juntos. Escuchar jazz de fondo mientras cenábamos era tan nuestro como lo es el queso para la pasta, imprescindible. Lloramos de risa y la mire. Esos hermosos ojos color misterio estaban achinados y los adornaban pequeñas arruguitas por debajo. 

Pero ya el 30 de Noviembre desapareció otra vez, como era costumbre en esta vida. Supe de Creta aquel 3 de Diciembre. El día que un pedacito de mi alma me abandonó. Me levanté como de costumbre. El aroma del chocolate caliente se fundía con el frío de mi departamento de la calle Loukson. Mi celular no dejaba de sonar. Manila —madre de Creta— no dejaba de llamarme. Con mis pantuflas color ocre y mi bata salí corriendo una calle abajo donde se encontraba la casa de Manila. Temía por ese día. Desde la primera vez que Creta se fugó de la faz de Nueva York y no supe nada de ella tenía miedo y estaba pasando todo en ese instante. Ahora que lo puedo pensar en crudo, no tomé en cuenta lo demente que parecía corriendo en pijama por la calle. 

"Se fue". 

Esas fueron las únicas palabras de Manila. Dos sobres color celeste pastel yacían sobre la mesa. Uno decía "mamá" y el otro decía mi nombre. Sin más tomé el mío y me fui a mi departamento. A veces pienso en ese día, me quedé parado mirando fijamente la puerta que marcaba el número 08, esperando que todo sea una mentira y Creta salga con su cabello de otro color lista para una aventura nueva, porque así era su vida. Cada día una historia nueva. 

Cuando me atreví a abrir la carta, puse la sonrisa de Cheshire —el gato de Alicia en el País de las Maravillas—, supe que estaba en algún lugar del país cerca del océano. A Creta siempre le gustó el océano. Le generaba paz, todo lo que necesitaba. 

Pero hoy en día no sé nada de ella. 

Siempre te recordaré con amor, mi querida Creta. Siempre recuerdo esos hermosos ojos color misterio. Esos hermosos ojos color oliva que le daban felicidad a mi alma.

"La vida es solo una como para desperdiciarla en un departamento de cuatro paredes, joven Rils. Deberías salir a recorrer Nueva York, comprarte un perro, hornear galletas, cortarte el cabello, dar amor. Después de todo, solo se vive una vez. 

Con cariño, Creta"

Abril Segovia

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